La reciente normativa sobre eficiencia energética de los edificios existentes ( Real Decreto 235/2013) que sustituye y completa el anterior RD 47/ 2007 y que es fruto de la transposición parcialmente de la Directiva 2010/31/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de mayo de 2010 se centra en exclusividad en generar una información sobre el consumo energético del edificio definido por sus características constructivas y sus instalaciones.

Es bastante habitual hablar del 'comportamiento del edificio' desde un punto de vista energético pero es un error conceptual. Se proponen modelos que eviten esta confusión de atribuir mecanismos de decisión al objeto de estudio. Es cierto que las propiedades geométricas, las configuraciones constructivas y la ubicación y zona climática hacen que edificios muy similares presenten resultados de consumo diferentes y por ello se habla de esta singularidad. Hasta aquí, todo queda más o menos recogido en los procedimientos básicos de cálculo que el Ministerio establece en los documentos reconocidos.

Pero en toda esta reglamentación se presupone que edificios iguales situados en la misma zona presentarán consumos idénticos. Esto es algo así como suponer que dos coches iguales pilotados por personas diferentes llegarán a un destino a la vez y consumiendo el mismo combustible.

Hay estudios que demuestran que la orientación del comportamiento del usuario trae consecuencias importantes sobre el ahorro energético. Estas teorías se han agrupado en aquellas que actúan sobre el precio de la energía para provocar una reacción, aquellas que se basan en la estimulación mediante la información de consumos de forma más o menos inmediata, aquellas que suponen que la creación de hábitos sociales es la medida más eficaz de conseguir resultados y aquellas que predican que enseñar y educar es la mejor vía.